**LEONARDO**
El ruido de las hélices corta el amanecer como una sierra. Siento la vibración subir por mis piernas, clavarse en el pecho y quedarse ahí, retumbando junto al corazón.
“Hoy pongo fin a todo lo que se inició conmigo.”
La frase me da vueltas en la cabeza. No la digo en voz alta. Porque sé que mi hermano se sorprendería.
El plan es claro, preciso, casi quirúrgico. Dos helicópteros, dos rutas. Una oportunidad.
El Alfa —este en el que voy— aterrizará en la playa principal. Mi papel es simple: presentarme solo, fingir rendición, convencerlos de que estoy dispuesto a negociar. Dejar que bajen la guardia.
Mientras tanto, el Bravo, con Carter y el resto del equipo, descenderá por el acantilado norte. Desde allí sellarán la bahía, cerrando toda vía de escape. Si todo sale bien, ni una lancha ni yate logrará salir de esa trampa.
Cierro los ojos solo un instante. El ruido del helicóptero se vuelve un eco lejano, y en ese silencio interno todo se reduce a una verdad sencilla: hay cosa