**ANGELA**
El caos me golpea de frente. Voces gritando, órdenes cruzadas, el silbido del viento levantando la arena ardiente que se pega a mi piel. Todo parece moverse a cámara lenta, como si el mundo entero se desmoronara frente a mí.
Un soldado que acompaño a Leonardo, regresa; cargando a Camila casi en brazos.
—¡Está a salvo! — grita por encima del caos.
Corro hacia ellos. Camila luce devastada: su vestido de novia está destrozado, cubierto de arena y lágrimas. Sus ojos, enrojecidos, me buscan con desesperación.
—¿Dónde está Leonardo? —pregunto jadeando—. ¿Y la bomba?
—Se desactivó —responde el soldado, evitando mirarla directamente—. Leonardo viene detrás.
Su tono me deja helada. Conozco en mis soldados ese silencio contenido, esa mirada que intenta ocultar algo que ya es demasiado tarde para cambiar.
Trago saliva. No puedo permitir que el miedo me paralice.
—¡Formen grupos! —grito por el radio—. ¡Los heridos primero! Los civiles, detrás. ¡Rápido, a las lanchas, ya!
Mi voz sale fi