**CAMILA**
Henry y Ángela salen del cuarto.
El sonido de la puerta al cerrarse se queda suspendido en el aire, como un eco que me parte en dos. De pronto, el silencio pesa tanto que parece gritar.
Miro la carta sobre mis manos. El sobre blanco, perfectamente cerrado, me observa como si supiera que dentro de él hay algo que va a cambiarme para siempre.
Mis dedos rozan el borde del papel, y siento que me quema. Respiro hondo, intentando reunir el valor que ya no tengo.
—Vamos, Camila… —susurro apenas, sin reconocer mi propia voz.
Decido abrirla lentamente, como si al hacerlo estuviera abriendo una herida que nunca terminó de cerrar.
El sobre cede con un leve crujido, y el aire se llena de ese silencio tenso que solo existe antes de una verdad.
Adentro, un papel doblado con una precisión casi obsesiva. Él siempre fue así: meticuloso, cuidadoso hasta en los pequeños gestos. Como si en cada doblez dejara una parte de sí.
Lo tomo con las manos temblorosas, temiendo que se deshaga entre mis