244. Volviendo a la calma
Nuria
Ya hacía semanas desde que la Eclipse había caído. Semanas desde que Diana fue enterrada bajo sus propios escombros. Desde que Johan... desde que todo se derrumbó para renacer.
Pero el vacío no desapareció.
Porque él todavía estaba ahí. Pequeño. Inocente. Solo en algún lugar del mundo.
Malik.
El nombre que nadie más se atrevía a repetir en voz alta.
Habíamos rastreado bosques, aldeas, rutas comerciales, puertos clandestinos. Nada. Ningún rastro. Ninguna huella.
Era como si el mundo se lo hubiera tragado.
Y, día tras día, yo veía el efecto de eso en Stefanos. Hablaba poco. Dormía menos. Asumía tareas en exceso, se enterraba en mapas y listas, informes y nombres.
Pero yo lo veía. Cada vez que me decía "todo está bien", sus ojos gritaban que no era así.
Esa mañana, desperté con el lado de la cama vacío. De nuevo.
Me puse un abrigo y salí por los pasillos de la mansión suprema. Nuestro nuevo hogar.
Tenía un poco más de nuestra esencia, pero aún se sentía extraña. No me sentía tan a