Nuria
Doce años después
El cielo sobre la colina de la Manada Suprema estaba pintado en tonos dorados, como si el universo hubiera elegido esa tarde para inclinarse ante nuestra historia.
El viento soplaba suave, llevando consigo el olor del bosque, de la vida… y de la eternidad.
A mi alrededor, el claro principal estaba lleno. Cada lobo, cada amigo, cada rostro conocido llevaba en sus ojos una mezcla de orgullo y emoción. Era el fin de un ciclo. Y el comienzo de otro.
Mis ojos buscaron entre la multitud y encontraron a los tres corriendo juntos como si el mundo fuera demasiado pequeño para ellos: Serena, con sus trenzas sujetas por una cinta azul y la mirada atenta como la de su padre; Soren, risueño y curioso, siempre dos pasos detrás de su hermana; y Dominic, ahora de trece años, un tío que parecía más un hermano mayor e incansable, que no dejaba a los dos solos ni por un segundo.
Crecieron juntos, como hermanos de alma.
Más atrás, cerca de la escalinata que conducía al altar cerem