El eco de la puerta cerrándose con un golpe sordo en el pasillo resonó en la mente de Alessandro Bianchi como una bofetada.
Su puño se cerró, sus nudillos se tornaron blancos.
Daryel Metaxis.
La mujer que había conquistado su imperio, que lo había seducido en un acto de desafío y que, solo un par de días después, lo había rechazado en su propia habitación, en su propio territorio.
La humillación era más profunda que cualquier traición de negocios que hubiera sufrido.
Por primera vez, ella lo había hecho sentir vulnerable, y ese era un sentimiento que él no toleraba.
Su ira no era un arrebato; era un plan, un castigo que se cocinaría a fuego lento.
Daryel había declarado una guerra de voluntades en su propio espacio. Él le daría una lección que no olvidaría. Una lección en la que ella vería, de primera mano, lo que sucedía cuando se le negaba algo.
Y el mejor lugar para mostrar esa lección era con su hermana.
Alessandro caminó por el pasillo, sus pasos eran firmes y decididos, s