Capítulo 18

El ambiente en la sala de visitas de la prisión estatal era tan frío como el acero de las rejas.

El aire olía a moho, desinfectante y la desesperación enlatada de los hombres olvidados.

Andrés Stewart, con su traje de diseñador, se sentía como un intruso de otro universo.

El brillo de sus gemelos de oro contrastaba con el gris sucio de la mesa y la silla.

Estaba nervioso, con el nudo en el estómago que solo los números en rojo de su empresa solían provocarle, pero esta vez, era el miedo a lo desconocido.

Sentado al otro lado de la mesa, con la mirada de un depredador que había sido enjaulado, estaba Mario "El Loco" Hernández.

Su apodo no le hacía justicia; su mirada era la de un hombre que había visto la locura, pero que mantenía el control.

Era un viejo con el rostro curtido por la vida en la calle, y una sonrisa que revelaba la falta de varios dientes.

- Andrés Stewart. - gruñó Mario, su voz era un crujido de grava - Me dicen que vienes a mí para que te dé una pista. El mundo d
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