El puño de Daryel se estrelló contra la puerta del despacho de Alessandro, en un eco de la rabia que le hervía en las venas.
La imagen de Sofía, con el rostro pálido y los ojos llenos de una extraña serenidad, repitiendo que estaba "bien", e incluso que Alessandro la necesitaba, había sido la gota que derramó el vaso.
Él había usado la inocencia de su hermana como un arma, la había roto y, lo peor de todo, había logrado que ella lo idolatrara por ello.
Sin esperar, Daryel abrió la puerta de golpe, ignorando el asombro del sirviente que se retiró rápidamente.
El estudio, un santuario de control y poder, estaba lleno de la presencia imponente de los hombres de Alessandro, que se encontraban sentados alrededor de la gran mesa.
Alessandro estaba sentado al frente con el rostro inexpresivo, pero sus ojos avellana se clavaron en Daryel con una furia silenciosa.
- Alessandro. - siseó Daryel en un susurro peligroso que cortó el aire.
Alessandro, con una calma que a Daryel le pareció una b