Miré a mi alrededor; solo había oscuridad y un silencio tan profundo que podía escuchar el sonido viscoso de mis entrañas al moverse. Sin necesidad de tocarlo, sentía mi pulso palpitar frenéticamente y la saliva pasando lenta por mi garganta. Mi estómago se retorcía, haciéndome jadear; me incliné hacia adelante con las manos sobre él, sintiendo un dolor insoportable.
Cerré los ojos con fuerza. No pude sostenerme en pie y caí arrodillada sobre el césped húmedo.
Abrí mis ojos, mi corazón se detuvo al instante. Me paralicé mirando con horror el cuerpo de Luc&iacut