HARPER

Levanté la vista al cielo, buscando desesperadamente una señal, una respuesta a mi petición.

Dos lágrimas se juntaron bajo el mentón y resbalaron por mi cuello.

Recé, supliqué de rodillas pidiendo lo mismo que en muchas otras ocasiones. Sin embargo, solo obtuve lo mismo de siempre:

Silencio.

Uno asfixiante, acompañado de la gélida brisa que se colaba entre las lápidas, como si el propio cementerio también agonizara junto a mí.

Un crujido de pasos sobre hojas secas me obligó a girar apenas la cabeza. Melisa estaba allí, con las manos dentro de los bolsillos de su gabán y la mirada baja.

—Tal vez su respuesta tarde más en llegar, pero yo aquí estoy —dijo suavemente.

No pude sostenerle la mirada. Mis dedos se aferraron al césped húmedo.

Ella se arrodilló en silencio a mi lado. Miró la lápida y luego a mí. Apartó con delicadeza los mechones d