No pude pensar en otra cosa. Concentrarme me costaba demasiado y ese malestar en el estómago no se quitaba. Recordarlo con esa mujer en el restaurante lo hacía peor.
«Quizás no le interese ir a una fiesta llena de universitarios» fue la primera excusa que pensé.
«Pero si es dueño de clubes nocturnos, claramente es porque ese ambiente de fiesta le gusta. Y aún más si hay muchas chicas en bikini derritiéndose por él» la primera contradicción.
Así fue mi día, lleno de pensamientos e ideas debatiéndose entre sí que no hacían más que torturarme.
Más tarde, las clases llegaron a su fin. Yo salí un poco más tarde que Melisa y, por lo tanto, supuse que ella ya se había ido, pero al llegar al parqueadero allí estaba.
Besándose con Mario.
Y no eran besos cualquiera. Eran de esos que se dan cuando nadie te está viendo o en el caso de Melisa, no te importa si lo hacen.
Mario tampoco se quedaba atrás; la besaba con la misma intensidad mientras se apoyaba en el capó de un BMW azul eléctrico y la t