El día llegó
Ariana Prescott
Fue una madrugada fría, de esas en que el silencio parece más pesado que nunca.
Me despertó un dolor distinto, profundo, punzante, que no se parecía a las contracciones falsas que ya conocía. Intenté cambiar de posición, respirar hondo, convencerme de que solo era otra molestia pasajera. Pero entonces lo sentí: un líquido tibio escurriéndose por mis piernas.
El corazón me dio un vuelco. Y ya no había vuelta atrás.
—Papá… —Llamé con la voz quebrada, y en segundos lo tuve en la puerta de mi habitación, pálido como si hubiera visto un fantasma.
—¿Es… es ahora? —preguntó temblando.
Asentí, y mis ojos se llenaron de lágrimas.
En cuestión de minutos, la casa entera estaba de pie. Jeremy ya