La red de las mentiras (parte I)
Elián Moretti
El amanecer de Nueva York nunca me pareció tan ajeno, como ahora.
Las luces seguían parpadeando como si el mundo no se hubiera enterado de que mi vida acababa de colapsar. Caminé por el Park Avenue con un cigarro sin encender, los nudillos aún marcados por mi última noche de furia.
No quedaba nada por pensar: solo debía actuar.
Entré al edificio donde funcionaba el bufete familiar. Él, piso de mármol, me recibió junto con el silencio y esa arrogancia pulida que huele a dinero viejo. El recepcionista me reconoció y se irguió como un soldado.
—Buenos días, señor Moretti. ¿Tienes cita?
—Ya la tienen conmigo —respondí—, y pasé.
El despacho del abogado olía a cuero y whisky. Era un hombre de mi infancia, uno de esos rostros que siempre vi cerca de mis padres, en cada firma, en cada negocio.
El abogado de la familia.
El que supuestamente protegía nuestros intereses.
Levantó la vista del escritorio con una sonrisa diplomática.
—Elián… cuánto tie