Un lugar propio
Ariana Prescott
Pasadas unas semanas, me mudé a mi propio departamento.
No era grande, menos lujoso, pero tenía una vista hermosa del parque donde solía caminar en mis primeros meses en Canadá. Me gustaba pensar que allí podía empezar de cero, como si las paredes limpias y los muebles sencillos absorbieran los pedazos rotos que aún llevaba dentro.
Mis hermanos se esmeraron en dejar mi lugar en perfecto estado.
Los gemelos dormían en la cuna qué sus tíos armaron, y está junto a mi cama. Un pequeño refugio blanco, ambos estaban uno al lado del otro, desde donde estaba podía verlos respirar en sincronía. Cada movimiento, cada ruido, me mantenía alerta.
Mis días se llenaron de una rutina simple pero agotadora: alimentar, cambiar pañales, dormirlos, lavarme las manos, preparar biberones… y repetir. A veces