Leonor miró confundida a la madre de Gabriel. La forma en que había llegado la tomó por sorpresa.
La puerta que acababa de golpear contra la pared seguía vibrando cuando ella avanzó hacia Leonor con paso decidido. No era una mujer que viniera a hablar si no que venía a sentenciar.
Leonor dio un paso atrás sin pensarlo. No por cobardía, sino porque el peso de esa mirada era demasiado. La señora tenía ese tipo de presencia que parecía llenar todo el espacio a su alrededor, y en ese pasillo estrecho del hospital, se sentía como una tormenta contenida.
—¿tú quién te creés? —dijo Claudia, con la voz reducida a un hilo frío—. ¿Pensaste realmente que podías esconderme a mi nieta cinco años? ¿Creíste que te ibas a ir como si nada volvió?
Gabriel avanzó un paso, pero su madre levantó la mano sin mirarlo.
—No. Primero voy a hablar yo.
Leonor apretó los dedos a los costados de su cuerpo, intentando mantener la calma. No quería armar una escena ahí, no con Clara a pocos metros. No con los n