Emily regresó a su apartamento con una mezcla de satisfacción y ansiedad. Había pasado casi una semana sin aparecer en la empresa o salir de su hogar. Una semana sin tener que enfrentarse a Gabriel ni a las miradas inquisitivas de Leonor. Esa ausencia le había dado una calma relativa, aunque sabía que era solo temporal. Se sirvió un poco de agua y se dejó caer en el sillón. Frente a ella, el escritorio todavía estaba cubierto de recortes, notas y recordatorios de Gabriel; su obsesión estaba tan presente como siempre, y ahora también empezaba a incluir a Leonor.
—Todo tiene un patrón —murmuró Emily, casi para sí misma, mientras miraba un par de fotos de Gabriel en distintos eventos—. Cada gesto, cada mirada… todo puede predecirse.
Giró hacia una de las ventanas del apartamento, la luz de la tarde entrando a raudales, proyectando sombras largas sobre el suelo. Se tomó un momento para observar cómo la ciudad seguía su curso sin ella, cómo la vida continuaba ajena a su planificación,