La sala de espera del hospital parecía un mundo paralelo al de Leonor. Cada minuto se sentía como una eternidad. Llevaba horas sentada en la misma silla, con la espalda rígida y las manos entrelazadas tan fuerte que los nudillos se le habían puesto blancos. No recordaba cuándo había sido la última vez que parpadeó sin sentir ardor. El sueño la presionaba, pero el miedo de descuidar a su hija era más grande que cualquier agotamiento físico.
A donde fuera que miraba las paredes eran entre blancas con grises, aunque predominaba más el color blanco, como si fuera casi hostiles. El aire acondicionado soplaba directamente sobre su cuello, pero aun así sudaba frío. Era una mezcla de calor nervioso y frío ambienta quel la estaba destrozando más que la espera. Miraba la puerta del área pediátrica como si pudiera romperla con la mirada, como si con solo desearlo pudiera hacer que un médico saliera a decirle que Clara estaba fuera de peligro, pero nadie aparecía y cada segundo sin noticias era u