Gerión
No me gustaba estar en ambientes desconocidos. ¿Era un maniaco del control? Por supuesto. Por eso detestaba estar en sitios sin conocer las características del lugar. Este pueblo era un maldito sitio que detestaba, nunca habíamos venido y aunque Felis estaba estudiando todo, seguía sintiendo que estabamos en riesgo.
Llevábamos dos semanas en una casa en las afueras, debíamos mantener bajo perfil, como lo habíamos hecho durante dos meses en todos los lugares si queríamos mantenernos seguros. Habíamos perdido a muchos, no necesitábamos más.
Abrí la puerta de la pequeña casa y lancé la bolsa con panes en la mesa.
—Gracias, hermano —me dijo Felis sin despegar la mirada del portátil.
En el sofá Deimos bebía un vaso de sabrá Dios que y le di una mirada tensa. Ya ni siquiera malgastaba mi tiempo dándole charlas, era inútil desde que ella no estaba.
—¿Qué? —me preguntó con altanería y desvié la mirada hacia Caelus.
Estaba golpeando el saco de boxeo improvisado que hizo con hojas del a