—Podemos hacer esto de dos maneras, Bianka —dijo Poll—. La sana: te vienes conmigo y les doy una muerte rápida a tus siete imbéciles y ese que no tengo idea de quien. La mala: intentas hacer algo estúpido y ves como los mato a todos lentamente. ¿Qué eliges?
—No le hagas nada a Austros, papá —dijo Elena saliendo detrás de los hombres de Poll.
Habían llegado varios más corriendo desde distintas parte del bosque , estábamos completamente en desventaja. No podía permitir que le hiciera daño a los Snow, pero irme con él, regresar a esa maldita cárcel, dejar que arruine mi cabeza y me convierta en su marioneta, tampoco era otra de las opciones. Miré a mi alrededor en busca de alguna salida. ¿Por qué los Snow no me dieron un arma?
—Por mucho que pienses no hay salida para esto —Poll volvió a hablar—. ¿Sabes qué? Creo que tengo que darte un incentivo.
Hizo una seña a uno de sus hombres. El disparo hizo eco contra la montaña y el grito escapó de mis labios de inmediato mientras cerraba los ojo