Desperté por unos ruidos extraños. Ya no estaba en el sillón, sino en mi cama. Mi pequeña habitación estaba totalmente a oscuras y me puse de pie con cuidado, encendí la luz y observé el hermoso cielo estrellado a través de la ventana. Aquel extraño ruido seguía escuchándose. Me acerqué a la puerta y la abrí con cuidado. ¿Cómo había llegado a la habitación? Alguno de ellos debió haberme subido, mi rostro se calentó de la vergüenza, seguro me encontraron dormida en el sillón. En silencio y tratando de no hacer ruido caminé a través del pasillo oscuro siguiendo aquel ruido. A medida que me acercaba se iba volviendo más claro. Era la voz de una mujer. Cuando estuve cerca a la tercera puerta, me detuve abruptamente. —¡Oh, dios, si, Autros! —gimió una voz femenina. —Mierda —susurré por lo bajo. «Vamos, Bianka, date la vuelta ahora mismo y vuelve a tu cama.» Mis malditos pies se movieron por si solos. Y me acerqué más a la habitación. La puerta estaba abierta. «No, esto no está bien
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