–Quería recordarte quién eres–continúa él, la voz ahora temblando apenas. – No lo que el miedo te susurra cuando te acorrala. No lo que las sombras de otras historias te hicieron creer. La mujer que crea mundos con sus manos. La que ríe sin saber que desarma. La que camina como si cargara el universo y aun así no se derrumba.
Sophie retrocede un paso, no huyendo, sino tratando de sostenerse. La emoción la golpea como ola contra roca. Se siente expuesta. Vista. Y al mismo tiempo cuidada de una forma que nadie nunca intentó cuidarla. –¿Cuándo… cuándo hiciste esto? –pregunta, la voz ahogada en un hilo frágil.
–Cada vez que necesitaba recordarme que la belleza existe incluso en los días donde todo se rompe –responde él con sinceridad desarmante. – Cada vez que no encontraba el valor para decirte que eras mi lugar seguro cuando yo ni siquiera sabía dónde estaba parado.
Una lágrima cae por la mejilla de Sophie. No la limpia. La deja ser, porque negarla sería negar la realidad: él está di