La tarde cae sobre la ciudad como un telón espeso de oro viejo. Los ventanales del atelier cargan ese brillo casi celestial que sólo aparece cuando el día se rinde y la noche prepara su entrada. Adentro, el aire vibra con un murmullo nervioso: tijeras, telas, pasos apurados, el rumor de un sueño que está a punto de tomar forma en la pasarela más codiciada del mundo.
Pero en el corazón de todo eso —en el epicentro del vértigo, del arte, del ruido, de los secretos— está Amara. Y hoy, por primera vez en mucho tiempo, no siente miedo. No siente dudas. No siente grietas.
Siente certeza.
Una certeza que arde, que respira, que se alza como una verdad absoluta tras años de tormentas, huidas, heridas y latidos desacompasados.
Hoy lo sabe: su destino no es el éxito, ni la perfección, ni la soledad altiva de una mujer que lleva el mundo entero en los hombros.
Su destino es Liam.
Y va a gritarlo al mundo si hace falta.
Va a hacerlo arrodillarse.
Va a hacerlo creer.
Y va a obligar al universo ente