–Mi padre lo contrató…– comienzo, pero al instante, mi propia voz parece un susurro de excusa. Es difícil decirlo en voz alta, como si admitiera que el verdadero motivo tiene más que ver con Liam que con cualquier otro factor. –Además, como guardaespaldas, solo confío en él. No confío en nadie más para protegerme. Sé que siempre me protegerá… y…– Mis palabras se atascan en mi garganta, como si se negaran a salir. La verdad es que mi conexión con Liam es más profunda de lo que podría explicarle a Cristóbal. No es solo un trabajo, no es solo una relación profesional; es algo que lo trasciende todo, algo que siento en lo más íntimo de mí.
–¿Qué pasa, Amara?– Cristóbal pregunta con voz más suave ahora, pero la tensión en su mirada es inconfundible. Puede que no diga nada, pero las palabras no dichas flotan entre nosotros, llenas de la misma pregunta que yo no me atrevo a hacerme a mí misma. ¿Por qué no puedo dejarlo ir? ¿Por qué, a pesar de todo, sigo sintiendo su presencia en cada rincó