HOSPITAL

El médico finalmente entra con expresión concentrada, una carpeta bajo el brazo y esa forma particular de caminar que tienen quienes ya vienen decidiendo qué palabras usar para no romper a la gente, pero también para no mentirles. Liam lo ve acercarse y siente que el cuerpo entero se le tensa, como si cada músculo se preparara para una noticia que va a partirlo en dos, y aun así se obliga a no moverse, a no pedirle que hable más rápido, a no gritarle que no le importe la calma, porque la calma, en ese momento, es un insulto.

–Señor Morel –dice el médico, mirando la tabla como si ahí estuviera el límite entre lo humano y lo inevitable. – Estamos estabilizando la presión y deteniendo el sangrado, pero necesito hacer un ultrasonido de inmediato para evaluar la situación completa. Es fundamental que mantengamos la calma.

Liam asiente, pero el gesto es más reflejo que convicción, porque la palabra “calma” le suena vacía, casi cruel, como si le pidieran sonreír mientras lo ahogan. Mira haci
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