Algunos tragan saliva. Otros evitan el contacto visual. Sophie aprieta la mandíbula, sin apartar la mirada de Carlota.
–Esta –añade la jefa con voz grave– no es una misión con garantías. No es una operación de manual. Es una extracción de alto riesgo en zona hostil, con blancos armados y civiles retenidos. Podemos salir con vida… o salir en bolsas negras. Lo saben. Lo sabían desde el momento en que firmaron el código de silencio.
Hace una pausa. Se pasa la mano por el auricular del intercomunicador y luego levanta el teléfono. Su voz baja un tono. No se vuelve más blanda. Solo más íntima. –Así que si alguno de ustedes tiene a alguien que necesita escuchar su voz por última vez… este es el momento– dice y sale del lugar.
Desbloquea su celular y se gira de espaldas un segundo. El número ya está marcado. Nadie sabe a quién llama. Quizás a nadie. Quizás solo necesita recordar que aún es humana.
–Hola, hija… –dice en voz baja, y por un instante, el rostro de acero de la jefa se agrie