No sabía por qué había subido allí.
Tal vez para recordar. Castigarme.
O simplemente porque en el fondo… la extrañaba, pero no me gustaba admitirlo. No me gustaba sentir, porque sentir solo te hace débil. Mis ojos recorrieron los estantes, todos repletos de libros. Miles. El tipo de libros que no se compran al azar. Estaban ordenados por género, por autor, por idioma. Mientras caminaba entre los estantes rocé con los dedos el lomo de varios libros. Reconocí algunos títulos que jamás me interesaron, pero ella amaba leerlos. Suspiré y le di tres sorbos a la botella.
Me detuve frente a una sección en particular. Romance.
Eran sus favoritos.
Negué con fastidio. El puto amor. Por alguna razón desconocida el libro llamó mi atención, lo tomé con cuidado, un cuidado que ni sabía que tenía. Limpié el polvo de la portada. Una pequeña punzada en el pecho me cortó la respiración. Quise devolverlo a su lugar, pero decidí abrirlo al azar. Recorrí la página con la mirada. El texto hablaba de prome