El avión aterrizó con suavidad en la gran manzana mientras Emily revisaba las fotos que habían tomado durante el viaje desde su celular. Entre dudas de “¿este curry pico?” y “¿subiré esta foto en Instagram?”, olvidó por un momento todo. Hasta que escuchó el celular de Albert vibrar con insistencia en su bolso, tenía llamadas sin parar de Helena, mensajes de texto urgentes, videollamadas perdidas… una avalancha digital que no bajaba.
—¿Es ella… otra vez? —preguntó Emily, sin alzar la vista del mercado nocturno en que se habían detenido para un snack nocturno.
Albert suspiró, apagó el celular y lo guardó.
—No contesté todo el viaje.
—¿No te preocupa?
—Ella sabe que estoy contigo en un viaje de trabajo, por otro lado nunca había actuado así. Quizás por eso nunca me había cuestionado nuestro acuerdo. —respondió.
Emily lo miró con incredulidad mientras decidía que iba a comer.
—No te llama por mí, sino por su ego. No me odies por decir la verdad.
El no contestó a ese comentario y prefiri