No entendía aquel sentimiento, tenerlo todo y a la ver tener nada. Ni siquiera sabía como aquello era posible.
Connor observó a su tía, felicitándolo por su nuevo logro en la empresa, pero él no podía pensar en nada más que en Barbara, en su Barbie. Le había hecho tanto daño que le parecía raro que ella no quisiera saber nada de él.
—Muchas gracias, tía.
El hombre suspiró, alejándose de la escena en donde él era el centro de atención.
Decenas de mujeres preciosas le habían echado el ojo aquella noche, pero su mente solo podía pensar en una sola. Se sentía enfermo.
Connor negó, de repente casi frenético. No podía durar un día más así, algo debía de pasar.
Y como si la vida lo estuviese escuchando, en la gran televisión de su sala, empezó a reproducirse una noticia acerca de Barbara, se decía que hoy tendría su primera entrevista formal con la policía.
El simple hecho de imaginar a Barbara en la cárcel le resultaba enfermizo.
Quería ayudarla, pero ella no se dejaba.
Por otro lado, Barba