La idea de Pablo fue la de aceptar la oferta de Marize, cuando ella se ofreció a llevarlo hasta su casa en el pequeño vehículo convertible de color amarillo, obsequiado por sus padres el día de su grado. El ejercicio de la mañana, sumado a la caminata por el sector de los muelles, lo habían dejado sin las piernas suficientes para regresar a casa caminando. Pero antes de abandonar el pueblo, se detuvieron en la oficina postal, y ahora él se encontraba parado junto al vehículo esperando a la joven, mientras ella depositaba unas cartas. De repente, se vio gratamente sorprendido al observar el llamativo jeep rojo descapotado atravesando la avenida principal del pueblo. Se trataba del vehículo de Aileen, y antes de darse cuenta, la hermosa griega se había detenido justo a su lado.
–¿Enviando cartas a Bogotá? –fueron las palabras utilizadas por ella como saludo.
–No precisamente, solo estoy esperando a Marize que ha ofrecido llevarme hasta mi casa –respondió Pablo acercánd