Era un bello día, igual a todos los demás desde su llegada a Canadá. El país era conocido por sus frías temperaturas, y pocos se acordaban del verano, el cual llegaba cada mes de junio para cumplir con su función. Pablo, conociendo la manera cómo el termómetro estaría subiendo cada vez más, llegó a la conclusión de la conveniencia de hacer un poco de ejercicio antes de llegar a sufrir por las altas temperaturas, para después sentarse un buen rato a escribir. No demoró mucho en desayunar y pocos minutos después, recordando una de sus prioridades, se encontró frente al teléfono tratando de hablar con su editor. Era lo más urgente antes de bajar a la playa a trotar por algunos kilómetros. Se vio obligado a esperar unos cuantos segundos antes de escuchar una voz femenina al otro lado de la línea. Después de un amable saludo, la secretaria del señor García, su editor, le informó del viaje de su jefe por tierras mexicanas, el cual se prolongaría por un par de semanas más. Desafortunadamen