Emilia debía reconocer que era reconfortante ver que podía hacerle frente, que no se acobardaba como solía hacer el resto en su presencia. Aun así, no le intimidaba en lo más mínimo.—Millones, lo tengo presente —reconoció sin temor. —¿Y para qué?, ¿para defender tu ego herido? —le cuestionó, confiando en que eso era lo que había ocurrido.—No, te equivocas. Creí que me conocías lo suficientemente bien como para saber qué no me dejaría impresionar por ese tipo de tonterías. Créeme que lo que Antony me ha dicho no es ni de cerca lo peor que he escuchado —admitió con toda franqueza. —¿Entonces porque actuar de la forma en que lo hiciste? —intento comprender.—Me sorprende que no te des cuenta —reconoció con cierta pena. —¿De que estas hablando? —pregunto enseguida, deseando que fuese mucho más clara al respecto.—Tarde o temprano debía enterarse de la verdad, que ahora somos socios. ¿Es que acaso pretendías que no lo supiese nunca? —quiso comprender la línea de sus pensamientos. —N
Un par de hora después. Emilia y Alexander se encontraban en el auto de camino al hotel en el que Antony y su esposa se hospedaban, pues les recogerían ahí.—No tengo idea de porque has accedido a hacer esto —le reprocho; mientras se veía en el espejo retrovisor sobre el tablero, retocando con cuidado el maquillaje de sus labios.—¿En verdad no lo haces? —le cuestionó con cierto escepticismo al respecto, pues sabía que era demasiado lista como para no darse cuenta.—Supongamos que no puedo —respondió, demostrando una vez más que en efecto era muy lista.—Solo preocúpate por el hecho de que estamos aquí con un y solo un motivo, hacerles ver que somos de confianza —le recordó con firmeza.—No pensé que pudieras ser tan maquiavélico, creía que eras pura bondad —admitió,
En ese momento, la música comenzó a sonar con un tanto más de fuerza y vida, se trataba de una canción que provocaba desear bailar.Pronto María y Antony se voltearon a ver entre sí, dedicándose una radiante sonrisa.—Lo siento, pero no puedo quedarme aquí sentada, tengo que bailar esta pieza. ¿Me arias el honor Antony? —le pregunto con una complicidad maravillosa entre ellos.—Por supuesto, mi querida —respondió, mientras se ponía en pie, tendiéndole la mano de forma gentil para ayudarla a levantarse y le guiaba hacia la pista.Alexander era consciente de lo que debía hacer y es que quedarse sentados resultaría demasiado sospechoso; así que se puso en pie, tendiéndole la mano a Emilia.—¿Me concedes esta pieza? —pregunto con galantería.—¿Qué crees q
Alexander no pudo evitarlo; aquello que sentía era mucho más fuerte que él, no podía controlarlo. El sentir su aliento en su oído, el aroma que desprendía su cabello embriagándolo; su cuerpo tan cerca del suyo que podía percibir el calor que desprendía y sobre todo el latir errático de su corazón. Todo aquello le envolvía de tal forma, que todo en lo que podía pensar era en ella a su lado.Al verla a los ojos; vio la luz y fuerza que tanto le caracterizaban y que tan fascinado le tenían. Todo lo que deseo fue besarla, era una urgencia que no pudo y no quiso contener; sucumbiendo a ella para apoderarse de sus labios en una unión apasionada y sumamente intensa.No fue sino hasta que la necesidad de respiras se volvió tan fuerte, que Alexander se vio en la necesidad de terminar aquel beso aun en contra de su voluntad. Sin embargo, lo hizo para verla muy de cerca
Emilia fue consciente casi enseguida de como su expresión cambiaba, mientras que el agarre de su mano disminuía poco a poco hasta soltarla. Sin duda, algo estaba pasando; por desgracia no tenía idea de lo que se trataba, solo sabía que parecía ver algo más atrás de si y deseaba averiguar de lo que se trataba cuanto antes. Sin esperar ni un solo instante más, se dio media vuelta para encontrándose con que se trataba de una mujer muy hermosa. Esta era alta, de grandes ojos azules, cabello teñido de rojo brillante y un cuerpo que debía reconocer era espectacular. Creía haberla visto con anterioridad; quizás en alguna fiesta, pero no estaba del todo segura.—Alexander... Al escuchar como lo nombraba, le quedó más que en claro que ella le conocía y viceversa, podía notarlo por la forma en que este la observaba.Permanecieron durante tanto tiempo en silencio, que a Emilia no le quedo otra opción más que atraer a su atención y es que se daba cuenta de cómo algunas personas comenzaba a mira
Emilia entonces entendió el extraño comportamiento que había tenido esa noche. El robar su auto sin importar las consecuencias, el negarse a detenerse aun cuando se lo exigió; todo encajaba al fin en su cabeza, todas las piezas tenían sentido. —En esos momentos estaba destrozado, incluso había comprado un anillo de compromiso para proponerle matrimonio y es que pensé que era la mujer de mi vida. Estaba convencido de que era la mujer con la que quería formar una familia, la mujer perfecta para mi —reconoció con tristeza mientras tomaba asiento de forma cansada en uno de los sillones de la sala. —Estaba destrozado, apenas podía creer lo que me había pasado y es que no la creía capaz de una traición como esa, Entonces de pronto nuestros padres dieron por hecho que algo pasaba entre nosotros y lo hicieron justamente por ese anillo. En ese momento no tenía la fuerza necesaria para corregirlos, no cuando eso significaba decirles que la verdadera dueña de ese anillo me engañada, que se ha
Varios días después…La noche había caído hacia un par de horas, cuando Alexander regreso a casa luego de un muy largo día en la oficina. —Emilia —la nombro, cuando contesto a su llamada.—¿Que sucede Alexander? —indago un tanto de extrañada por su llamada y es que habían hablado apenas un par de horas antes. —¿Dónde estás? —pregunto en su lugar con aparente relajación.—Aun en la oficina, no le podido terminar de revisar los documentos que nos enviaron los abogados. ¿Acaso sucede algo? — cuestiono y es que no pudo evitar pensar que así era.—En absoluto; tan solo es que pensé en comprar algo de cenar, así que pese por ese restaurante de comida mexicana que tanto te gusta —respondió, sabiendo bien cuanto es que le gustaría la noticia.—¿Estas bromeando? —deseo asegurase antes de poder emocionarse por eso.—En lo más mínimo, de hecho, en estos momentos tengo conmigo un par de ordenes de tacos e incluso pedí de esa salsa picante que te gusta —le conto.—Sabes que jamás he podido resis
Tan solo algunos minutos después Emilia arribo al apartamento. Apenas abrió la puerta, dejo sobre la mesa a un lado de esta su bolso, maletín y llaves; además de deshacerse con un suspiro de los altos tacones que solía usar.—Alexander —lo llamo desde ahí.—En la cocina —respondió este a la distancia. Sin demora comenzó a caminar hacia haya descalza, encontrándolo junto a la barra de la cocina con todo preparado. Las ordenes de tacos se encontraban en un platón en el centro; sin duda acababan de salir del horno, porque podía ver como despedían vapor. Este iba acompañado por el delicioso aroma al bistec y pastor. El color verde del cilantro y blanco de la cebolla, resaltaban en las tortillas de maíz y a un lado un pequeño recipiente con salsa verde y cebolla azada. Para Emilia, era como ver el paraíso y no pudo evitar que una gran sonrisa se formase en sus labios por eso. —¡Lo más bello que he visto en mi vida! —exclamo con alegría.—Gracias. Sabía que era guapo, pero no creí que tan