La sola idea de lo que pudo pasar era terrible, tanto que no podía ponerla siquiera en palabras. Había sentido un miedo tan grande, que estaba segura de que jamás olvidaría esa sensación.
—Habría muerto —reconoció Emilia de pronto.
—Calla, no digas eso —le pidió, encontrando terrible la sola posibilidad.
—Es la verdad. Estoy consciente que de no ser por ti no seguiría con vida, así que gracias —le agradeció, encontrando más que obvio lo que pudo ser.
En ese momento, una lagrima abandono sus ojos y comenzó a correr por su mejilla.
—Sentí miedo, el verdadero terror al verte herida. Estabas tan pálida, tan fría y había tanta sangre que temí lo peor —reconoció, aun con aquella angustia dibujada en su expresión.
—Te amo Emilia —le expreso, consciente de que ella necesitaba saberlo.
—Calla —le suplico Emilia, deseando no escucharlo.
—No, esta vez no lo callare. Te amo, eres el amor de mi vida y siempre será así. No deseo pasar ni un solo día más de mi vida sin ti a mi lado y are lo que