Una vez que Alfonso se marchó, Luciana pagó la cuenta. En ese momento sonó su teléfono: era Victoria.
—¡Luciana! —sollozaba al otro lado—. Fernando… empeoró, hija, está mal… —la voz se le quebró.
—Tranquila, tía —respondió Luciana, alarmada—. ¿Ya llamaron al médico? Voy para allá ahora mismo.
—Sí, ya viene el doctor… Te esperamos —dijo Victoria, aún llorosa.
Luciana colgó y se dirigió sin demora a la casa de la familia Domínguez.
En la habitación de Fernando
El joven tenía fiebre. En pacientes en estado vegetativo, cualquier aumento de temperatura puede ser un peligro. Cuando Luciana llegó, el médico acababa de terminar la revisión.
—Por el momento la fiebre es baja, no llega a 38.5 °C —explicó—. Aún no amerita antipiréticos. Parece un resfriado: quizá se enfrió.
—¿Él también puede resfriarse así? —preguntó Victoria, confundida.
—Claro. Solo “duerme”; su organismo funciona como el de cualquiera, pero con un sistema inmune más débil por el encamamiento continuo.
El especialista dio indi