Él se quedó sin respuesta.
—Solo quería cuidarte…
—¡Alejandro! —Lo fulminó con la mirada y señaló a Alba: no delante de la niña.
Cayó en la cuenta: Alba no sabía la situación entre ellos.
La pequeña observó, confundida.
—¿Mami y tío pelean?
—No, cielo… —Luciana buscó la explicación adecuada.
Alba frunció las cejas, reflexiva, y se dirigió a Alejandro:
—Tío, mami es niña; debes cederle, ¿sí?
Elena soltó una risita desde la puerta; Alejandro no pudo evitar sonreír pese a la tensión:
—Tienes razón, comandante Alba. Me portaré bien.
—¡Genial! —Alba se acomodó encantada en su hombro.
—Vamos a dejar que tu mamá se arregle —propuso él.
—Sííí.
Cuando se fueron, Luciana exhaló todo el aire que contenía y se masajeó las sienes: el mareo seguía presente; si Alejandro se quedaba un segundo más, lo habría notado.
***
Desayuno
En el comedor, Elena ayudaba a Alba con unos fideos. La pequeña se apañaba sola, pero dejaba más salsa en la camiseta que en la boca.
Luciana, frente a ellos, mojaba un trozo