—Bueno… está bien —cedió Luciana, viendo que casi le pegaban los pétalos en la cara. No podía continuar rechazándolo—. Gracias.
—¿Agradecerme? No hay por qué. —Adrián movió la mano como quitándole importancia y señaló su propia cabeza—. Mi recuperación es gracias a tu ayuda. Unas flores no son nada. A propósito, lo que mencionamos antes… esa forma de agradecerte, ¿ya lo pensaste?
Luciana se quedó callada.
Desde el principio, ella había buscado acercarse a él por un motivo concreto, pero era consciente de que soltarlo así, de golpe, no parecía muy “solemne”.
—Todavía… no lo tengo claro.
—Ah, bueno, tú tómate tu tiempo. —Él no insistió y cambió de tema—. ¿Ya terminaste tu turno? ¿Te llevo a casa?
—No hace falta —rechazó Luciana con rapidez, sonriendo—. Estoy esperando a una compañera. Vamos a cenar algo después del trabajo.
Por supuesto, lo dijo como una simple excusa.
—¿Ah, sí? —Adrián entrecerró los ojos—. ¿Es compañera o compañero?
—¿Eh? —Luciana se extrañó—. Es mi colega, y es mujer,