Por fortuna, Vicente la sujetó de la cintura antes de que cayera o fuera a parar en brazos de aquel desconocido.
—Lo siento mucho.
Martina se enderezó de inmediato, acomodándose el cabello con nerviosismo. Cuando levantó la mirada, se quedó helada.
—¿Eh?
Vicente también parpadeó con sorpresa, para luego soltar una pequeña risa.
—Señor Morán, cuánto tiempo sin verte.
—Señor Mayo.
Salvador miró de reojo cómo él rodeaba la cintura de Martina, esbozando una ligera sonrisa.
—Sí, ha pasado tiempo.
Al parecer, esa frase iba dirigida a Martina. En los últimos tres años, apenas y se habían topado un par de veces, casi siempre en el hospital o alguna reunión, donde ella se limitaba a permanecer en un rincón, callada y discreta.
—Entonces, ¿te parece si nos ponemos al día otro día?
—Claro.
Tras un par de frases cordiales, Vicente retiró el brazo de la cintura de Martina para tomarla de la mano en un gesto mucho más íntimo. Con un murmullo suave, la invitó:
—Vámonos.
—Sí.
Martina, con una actitud