El ambiente se tensó un poco, provocando un silencio incómodo.
—¿Eh? —Lo rompió Juana primero, mirando a Luciana con sorpresa—. ¿Doctora Herrera, qué hace usted aquí?
Miguel se quedó pensativo: “¿Es que se conocen? Qué pequeño es este mundo… Y por la cara de mi nieto, hay algo más que desconozco”. Pero Miguel, ya a su edad, prefería no inmiscuirse; antes se había entrometido y salió todo mal, menos ahora.
Luciana vaciló; no sabía bien qué contestar. Y al ver a Juana aferrada al brazo de Alejandro, tampoco quería explicarse de más. Instintivamente buscó la mirada de él, pero Alejandro parecía desentenderse de la situación.
—Basta —terminó interviniendo Miguel, con un ademán de mano—. ¿Qué hay de raro? ¿Por qué todos se quedan mudos como codornices?
El anciano miró a su nieto y habló con serenidad:
—Juana, supongo que sabes que Alex ha estado casado antes, ¿no?
—Sí, claro —asintió ella—. Lo supe apenas regresé al país.
Al fin y al cabo, cuando Juana se empeñó en conquistar a Alejandro, s