Capítulo 848
—¡Sí, me encanta! —exclamó la pequeña.

Luciana quedó boquiabierta. “Así que no era broma— ¡le está montando un parque entero por haber venido a visitarlo!”

Con un gentío a su alrededor, fueron hacia el jardín trasero. En el césped ya estaban instalados un columpio, un tobogán, un arenero e, incluso, un carrusel mecánico. Felipe, mirando a su alrededor, repetía:

—Es lo mejor que pudimos hacer con tan poco tiempo.

—Ajá —asintió Miguel—. Encárgate de que terminen el resto, a ver si a Alba le hace falta algo más.

—Descuide, señor.

Miguel observó a la niña, que se retorcía de emoción en sus brazos, deseosa de saltar a jugar:

—Alba, ¿por cuál quieres empezar?

—¡Ese! —señaló el carrusel con una sonrisota de oreja a oreja.

—Perfecto —dijo el anciano. Sin tener las fuerzas para subirla, ordenó—:

—Felipe, cárgala y ponla en el caballito. Y ten cuidado de que no se lastime.

—Sí, señor —respondió Felipe, acomodando a la niña en uno de los caballos y encendiendo el dispositivo. El tiovivo empezó a
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