—Caramba… —Felipe pestañeó con fuerza y les hizo señas—. ¡Pasen, rápido, pasen!
—Claro.
Luciana, con pasos suaves, se acercó junto con Alba. Años atrás, Miguel lucía distinto; ahora, sus cabellos eran completamente blancos, usaba lentes para la presbicia y parecía más frágil. Pero, en cuanto la vio, se incorporó un poco con expresión emocionada.
—Luciana… —pronunció, aferrándose a los apoyabrazos de la silla como si quisiera levantarse.
Enseguida, sus ojos se posaron en la pequeña que Luciana traía, sus pupilas brillando con una mezcla de sorpresa y ternura.
—¿…Alba?
—Así es —Luciana no pudo contener la humedad en sus ojos. Miró a su hija y le dijo con voz suave—: Alba, él es tu bisabuelo.
—Oh.
Alba avanzó con sus pasitos cortos y, en un tono dulce, saludó:
—¡Hola, bisabuelo! Le deseo mucha salud y… ¡que viva muchos años!
—¿Eh…?
Miguel se quedó atónito por un instante y, luego, estalló en risas:
—¡Ja, ja, ja…! ¡Qué niña tan encantadora! Muy bien, qué linda eres.
Quiso alzarla en sus br