Para su sorpresa, empezó a timbrar. “¡No lo cambió!”, pensó, sintiendo cómo el corazón se le aceleraba. Se preguntó si, al responder, debería saludarlo primero o ir directo al tema.
Comenzó a pasearse de un lado a otro en el vestidor, dubitativa. Sin embargo, nadie contestó la llamada.
Por su parte, Alejandro había visto el número en la pantalla apenas había comenzado a sonar. Lo reconoció de los datos que Salvador le pasó: el nuevo teléfono de Luciana en Muonio. Se quedó mirando el aparato. ¿Por qué lo llamaría?
¿Debería responder o no? Pasó tanto tiempo pensando que el celular dejó de sonar. Ella no volvió a insistir.
—Supongo que no va a contestar —murmuró Luciana, un tanto decepcionada—. Quizá está ocupado o, más probable todavía, me está ignorando.
Tras pensárselo un poco más, decidió marcarle a Sergio, cruzando los dedos para que siguiera con el mismo número. Esta vez, atendieron rápido.
—¿Bueno? —Era la voz de Sergio.
—Hola… ¿Sergio? Soy Luciana Herrera —dijo ella con un ligero