Tres años después, en Muonio.
—Señor Guzmán, con cuidado… por aquí… —Luisa, sosteniéndolo del brazo, ayudó a Alejandro a recostarse en un sofá en la sala de descanso.
Aquella noche se celebraba la fiesta de éxito de “Amante Fatal”. Alejandro era el mayor inversionista de la película, la cual había resultado un fenómeno taquillero con ganancias cercanas a los cuarenta mil millones. Por ende, él se había convertido en uno de los principales beneficiarios. Feliz por los resultados, bebió un par de copas de más. Su estómago, que solía darle problemas, se resentía ante el exceso de alcohol.
Recostado en el sofá, el ceño fruncido y respirando con dificultad, Alejandro se cubría el vientre con la mano derecha.
—Ay, Dios… —Luisa no pudo evitar reprocharle—. ¿No sabes que tu estómago es delicado? ¿Tenías que aceptar todos los brindis de la noche? Aquí en Muonio no necesitas quedar bien con nadie, ¿por qué no te cuidas un poco?
Luisa era una artista de la compañía Grupo Guzmán Medios y la protag