—Tenía… hambre… no encuentro a mi mami… ¡Buaaa!
Cerró los ojos y rompió en llanto.
—¿Y tú por qué la asustas? —Luisa miró de reojo a Rosa—. ¡Ahora la hiciste llorar! ¿Vas a calmarla tú?
—Yo… —Rosa se sintió totalmente acusada—. Si apenas dije una frase…
—Señor Guzmán.
—Señor Guzmán.
Ambas voltearon al mismo tiempo hacia Alejandro, quien guardaba silencio. Al oír a la niña llorar, sintió que la cabeza le dolía aún más; se frotó la sien con impaciencia.
—Dice que no encuentra a su mamá, así que llamen al gerente de este sitio o avisen a la policía —comentó con un ademán.
—De acuerdo. —Luisa se agachó e intentó tomar a la pequeña en brazos—. Pequeña, ¿vienes conmigo? Te ayudaré a buscar a tu mami, ¿sí?
La niña miró fijamente a Luisa por unos instantes y negó con la cabeza.
—Ugh… —Rosa soltó una risita sarcástica—. Mira nada más, no le agradas. Siempre se ha dicho que los niños tienen la vista más limpia y saben distinguir a una buena persona de una mala.
—¿Tú…? —Luisa se sonrojó, incapaz