Sin más opción, volvió a contar la misma historia.
—Un momento… —la interrumpió el agente—. Dijiste que terminaste tu turno a las nueve, ¿o a las nueve y media? Ahora dices que no lo recuerdas bien…
Ella frunció el ceño, tratando de conservar la calma.
—Fue hace casi dos meses. No tengo un recuerdo tan preciso. ¿No sería más sospechoso que lo recordara exactamente?
Tras el interrogatorio, la condujeron a una celda temporal. Aunque era pasada la medianoche, Luciana no podía pegar ojo. Su mente repasaba una y otra vez las acusaciones: secuestro, incendio… ¿cómo podía ser sospechosa de algo tan absurdo?
Sentía que se cernía una nube de confusión sobre ella; pero intuía que, con solo apartarla un poco, hallaría la verdad que necesitaba.
***
—¡Mónica! —gritó Alejandro de pronto, sujetándole el mentón con tal fuerza que casi parecía dispuesto a fracturárselo.
—¡Ah! —se quejó ella, estremeciéndose—. ¡Me estás lastimando!
Él soltó una risa helada y entrecerró los labios.
—No solo es que seas d