Ovidio, ofendido, al escuchar a Mónica reprocharle a Clara, alzó la voz:
—¿No me vas a reconocer? ¡Bah! ¿Te crees que puedes negarme? ¡Eres mi hija! ¡Hoy mismo vas a admitirlo!
Las emociones de Mónica se desbordaron; de pronto, levantó la maleta y la abrazó contra su pecho.
—Estás soñando si crees que vas a llevarte este dinero. ¡No permitiré que te quedes con nada!
—¡Esto es el colmo! —Ovidio se abalanzó, intentando arrebatarle la maleta—. ¡Suelta! ¡Es mía!
—¡Jamás!
—¡Suelten! —gritó alguien al fondo. Alejandro, viéndolo todo, levantó la mano para dar instrucciones. Él mismo corrió al frente junto a Sergio y Juan.
—¡Mónica!
—¡Ah…!
—¡Aaaah…!
Un instante de caos. Mónica perdió el equilibrio al forcejear y, de pronto, se vio empujada hacia el exterior de la baranda que daba al vacío. En una fracción de segundo, Alejandro saltó sin pensar. Con una mano atrapó la muñeca de Mónica y con la otra logró aferrarse a la baranda.
Sergio y Juan, al verlos colgando desde el séptimo piso, se lanzaro