Cuando quiso pensar más al respecto, oyó ruidos en la sala. “¿Será Alejandro?”. Desde que aceptó que se quedara a dormir allí, le había dado una copia de la llave.Salió a ver y, en efecto, era él, quien acababa de dejar el desayuno en la mesa y venía a abrazarla.Sin decir nada, le sujetó el rostro con ambas manos y la besó. Todavía olía a menta, recién enjuagado con enjuague bucal.—Mmm… —Luciana intentó apartarlo—. Ni siquiera me he cepillado los dientes.—No importa —respondió Alejandro, con una voz ronca y baja—. Me encanta tu sabor sin importar qué… Anoche me moría de ganas de tenerte abrazada.Le explicó que había llegado demasiado tarde y temió interrumpir el sueño de Luciana, así que prefirió no entrar a su habitación. Sobre su seguridad, no había problema: durante el cambio de cama, él instaló cámaras con monitoreo en tiempo real desde su celular. Si Luciana se sentía mal por la noche, él podía acudir de inmediato.Mientras desayunaban, ella miraba de reojo a Alejandro, como
—Hermana, ¿dónde está mi cuñado? —preguntó Pedro, inquieto, mirando el reloj y luego a Luciana con ojos ansiosos.—Tranquilo, Pedro. Voy a llamarlo para ver qué pasa —respondió ella, poniéndose de pie para marcar el número de Alejandro.El tono de llamada sonó un buen rato antes de que él contestara.—¿Luciana?—¿Dónde estás? —indagó Luciana, sin rodeos—. Ya es hora de ir al aeropuerto. Pedro me está preguntando por ti.—¿Tan tarde es? —murmuró Alejandro, presionándose el entrecejo mientras miraba la hora en su reloj—. Lo siento, Luciana. Todavía me tomará un rato más. ¿Podrías irte al aeropuerto con Pedro y yo llegaré directo allá? ¿Te parece bien?Luciana sintió un nudo en el estómago.—¿Estás en el hospital? —soltó con un deje de frustración.Después de unos segundos de silencio, Alejandro confesó:—Sí…En realidad, había intentado terminar temprano para pasar a la Estancia Bosque del Verano, pero en el camino le llamaron del hospital y tuvo que ir de inmediato.—Tú… —empezó ella, c
—¿En serio?—Sí, de verdad. Estoy a punto de llegar. No te angusties.—Bien, manejen con cuidado.Al colgar, Luciana no pudo reprimir una sonrisa, lo que no pasó desapercibido para Martina, quien la miró con picardía:—Vaya, el señor Guzmán te tiene como un barómetro de emociones. Por esa cara veo que… ¿sí? ¿Ya viene?—Sí, está en camino. Dice que llega pronto.—Menos mal. Pedro se iría más tranquilo si ve a su cuñado.***Mientras tanto, en la carretera que conducía al aeropuerto, Alejandro colgó y se dirigió a su chofer:—¡Acelera todo lo que puedas!—Sí, señor Guzmán.Pero el destino tenía otros planes. De pronto, el chofer tuvo que frenar de golpe, lanzando a Alejandro contra el respaldo del asiento.—¿Qué sucede? —gruñó él, sin ocultar su irritación.—Disculpe, señor Guzmán… —el hombre transpiraba de los nervios—. Creo que hubo un choque. Al parecer, un tráiler se estrelló contra un autobús.De hecho, se veía la zona del accidente delante de ellos. El camión y el autobús estaban a
Eran las diez de la noche en el Hotel Real.Luciana Herrera miró el número en la puerta: la suite presidencial 7203, confirmando que esa era, en el mismo momento en el que su teléfono comenzó a sonar. Era un mensaje de WhatsApp de su padre, Ricardo Herrera. «Si puedes complacer al señor Méndez, tu madrastra pagará el tratamiento de tu hermano».Después de leerlo, Luciana no mostró ninguna expresión en su pálido rostro.Ya estaba tan adormecida, y era incapaz de sentir dolor en su corazón.Desde que su padre se había vuelto a casar con Clara Soler, a su padre no le importaban ella ni su hermano en absoluto. Por eso su madrastra los había maltratando sin escrúpulos durante estos años.La falta de ropa y de comida era lo mínimo; ya que las palizas e insultos eran el pan de cada día.Y, esta vez, debido a las deudas de negocio, su padre la había obligado a… acostarse con un desconocido. En principio, Luciana se negó rotundamente, pero, al hacerlo, también logró que su padre y su madrastra
Luciana se apresuró a regresar a casa, en donde, en el sofá de la sala se encontraba sentado un hombre de mediana edad, gordo y medio calvo, que miraba fijamente a Mónica, con una expresión de furia.—¡Una simple estrellita, y yo te prometí que me casaría contigo! ¿Cómo te atreves a hacerme esperar toda la noche?Mónica soportaba la humillación, a pesar de que ese calvo, Arturo Méndez, siempre usaba esa excusa para aprovecharse de las mujeres. Aunque realmente quisiera casarse, ¡sería como saltar a un pozo de fuego! ¿Quién se atrevería?Ella había tenido la mala suerte de que él se fijara en ella. Pero, como sus padres la querían, habían enviado a Luciana en su lugar. Sin embargo, ¿quién se iba a imaginar que Luciana escaparía en el último minuto?Clara, con una actitud sumisa, dijo:—Señor Méndez, lo sentimos mucho. Es solo una niña que no sabe lo que hace. Usted es un hombre muy comprensivo, no le dé importancia, por favor —repuso Clara, con una actitud sumisa.—Por favor, cálmese
—Señor Guzmán… —Arturo se detuvo de inmediato. En el mundo de los negocios, nadie con algo de poder desconocía a Alejandro—. ¿Qué lo trae por aquí?Alejandro ni siquiera le dirigió una mirada, sus ojos estaban fijos en Mónica, quien tenía los ojos llenos de lágrimas.Era la misma chica que la noche anterior había llorado entre sus brazos…De repente, levantó la mano y le dio a Arturo una bofetada tan fuerte que lo derribó, haciéndolo caer al suelo.—¡Puf! —Arturo escupió un diente, lleno de sangre.Los tres miembros de la familia Herrera estaban tan aterrorizados que no se atrevían ni siquiera a respirar.Alejandro esbozó una sonrisa burlona. —¿Cómo te atreves a molestar a mi mujer? —Su tono era tranquilo, pero cada una de sus palabras eran tan afiliadas como la hoja de una navaja. Arturo, tembloroso y aún en el suelo, se tapó la boca, apenas capaz de hablar.—Señor Guzmán, no sabía que era su mujer, ¡juro que no hice nada! ¡Por favor, perdóneme!Sin embargo, Alejandro no le creyó, p
Luciana entendió, pero para ella el matrimonio no era un juego, por lo que dudó, mientras negaba con la cabeza.—No es necesario, ¿por qué no intentas hablar con tu abuelo…?Sin embargo, no pudo terminar su frase, cuando él la interrumpió.—Como condición, te daré una compensación económica. —El semblante de Alejandro no cambió en lo más mínimo, su tono era tranquilo y sin emociones.¿Compensación económica? Luciana se quedó atónita, y no fue capaz de pronunciar las palabras con las que pensaba rechazarlo. Después de todo, todavía necesitaba el dinero para el tratamiento de su hermano y ella había acudido a la familia Guzmán por ese motivo.—Solo tienes que aceptar, y te daré el dinero que necesites —añadió Alejandro, al notar que ella vacilaba.Luciana permaneció en silencio unos segundos, antes de asentir.—Está bien, acepto.Alejandro bajó la mirada, ocultando el frío desprecio que asomaba en sus ojos. ¡Qué barata había resultado! No tenía problema en venderse por dinero. Sin em
Luciana se tambaleó y casi perdió el equilibrio.—Señor, ya está aquí. Su abuelo está estable, solo un poco débil, necesita descansar y cuidarse bien —dijo el médico, quien acababa de revisar a Miguel, al ver a Alejandro—. Presta atención a su dieta y, sobre todo, asegúrate de que esté de buen ánimo. Lo más importante es que esté feliz y sin preocupaciones.Acto seguido, salió de la habitación, dejándolos a los tres a solas. Miguel, medio recostado, les hizo una señal para que se acercaran.—Alex, Luci, hoy se casaron, ¿no te dije, Alex, que debían disfrutar de su luna de miel y no venir a verme?—Señor Guzmán —dijo Luciana, y tragó saliva con nerviosismo—, lo siento…—¿Aún no cambias la forma de dirigirte a mí? Además, ¿por qué te disculpas? —preguntó Miguel, desconcertado.—Yo… —comenzó a responder, pero Alejandro la interrumpió con un leve tirón de su muñeca. —Luciana quiere decir que, dado que aún está hospitalizado, no podíamos concentrarnos en nuestra luna de miel, así que de