—¿Hmm? —Luciana se sorprendió un instante. Luego recordó el encuentro entre Enzo y Alejandro, y esbozó una suave sonrisa—. Es mi esposo.
—¿Tu esposo? Ya lo sospechaba.
Por un segundo, el gesto de Enzo pareció tensarse, pero pronto continuó:
—Entonces… ¿te trata bien?
Luciana bebió un sorbo de su jugo con leche. Al oír la pregunta, se acordó de la ocasión en que Enzo y Alejandro se vieron, que no fue muy agradable. Tal vez Enzo había sacado conclusiones equivocadas.
—Lo del otro día… él se dejó llevar. Te ofrezco una disculpa en su nombre.
—No te preocupes —respondió Enzo, restándole importancia—. Pero aún no me has dicho: ¿te trata bien?
Esa vez, Alejandro casi pierde la cabeza y se lanza contra Enzo, así que cualquiera habría pensado que no era alguien fácil de tratar. Aun así, a Luciana le resultaba extraño: apenas había ayudado a Enzo un par de veces, y de manera casual, pero él parecía preocuparse demasiado por ella. ¿Era su forma natural de ser, o había algún motivo más profundo?