En el humo, Alejandro se perdía en sus pensamientos. Rememoraba el rostro dormido de Mónica en la cama del hospital, sintiéndose culpable. No era ningún tonto: sabía que en su momento compartieron algo fuerte. Ella tenía sus propias expectativas, y él lo veía con claridad.
Hasta hacía poco, según los planes de su abuelo, habría podido abandonar a Luciana y volver con Mónica. Pero no lo hizo.
Él y Mónica… había un pasado. Un hijo que no logró nacer. Una joven a quien había amado años atrás, a quien llamó “Mariposita.”
Y aun así… la dejó atrás.
Para él, Mónica quedaba en el pasado, y quizás, para ella, él también. Al fin y al cabo, era él quien le falló.
Justo entonces, Luciana se acercó con paso cauteloso y notó que la terraza estaba repleta de flores de mariposa, igual que en Casa Guzmán. Se le oprimió el pecho.
El hombre que se hallaba ahí, fumando con aire melancólico, la hacía pensar que estaba conmemorando algo que los unía a él y a Mónica.
Luciana sintió deseos de retroceder, de d