Capítulo 687
El calor de su abrazo fue haciendo que Luciana se relajara poco a poco. La ansiedad seguía latente, pero la sensación de pánico se suavizó.

Pasó un buen rato de silencio compartido.

—Oye… —murmuró ella al fin, empujándolo ligeramente. Su voz sonaba ronca por haber llorado.

—¿Mmm? —Él ni se movió—. Dame un poco más de tiempo. Déjame abrazarte un poco más.

—Hmpf… —Luciana puso mala cara y se zafó—. ¡El agua se está enfriando!

—¿Qué? —Alejandro se sobresaltó, mirando el recipiente con agua para los pies—. Ay, perdóname, se me pasó.

Con rapidez se agachó, tomó la toalla, y con un cuidado infinito secó los pies de Luciana.

—Lo siento, lo siento. Se me fue la mano…

Con suavidad, le sonrió para calmarla. Ella se limitó a ignorarlo, algo enojada.

—No vuelvas a dejarme congelándome, ¿entiendes?

Él apenas se encogió de hombros y le dio un beso a uno de sus pies.

—¡Alejandro! —exclamó ella, sobresaltada—. ¿Te volviste loco? ¿Te parece que eso está limpio?

—¿Y? —replicó él con un matiz de burla—.
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