Tras una breve pausa, añadió:
—Aun así, te adelantaré algo: tengo pruebas. Puedo garantizar que mi información es confiable.
Luciana sintió un escalofrío.
—¿De verdad?
—Ya lo oíste. —El tono sonó seguro—. Repito: fuera de confiar en mí, no tienes otra opción. Te quedan dos días. Piénsalo bien y no salgas con que aún no decides… porque no pienso esperar más.
Acto seguido, colgó. Luciana se quedó agarrando el teléfono, con el ceño fruncido y mordiéndose el labio. Su intuición le decía que tal vez no era una simple extorsión; quizás esa persona hablaba en serio.
***
Al día siguiente, el misterioso interlocutor no llamó. Y, por su parte, Alejandro cumplió su promesa de no aparecerse, así que Luciana disfrutó de un día de relativa calma.
Pasada la medianoche del tercer día, volvió a sonar el teléfono con aquella extraña voz.
—Ya se cumplieron las 72 horas. ¿Tomaste tu decisión?
—Sí.
—Perfecto, te enviaré la cuenta.
El tono de quien hablaba era tan confiado que ni siquiera preguntó cuál habí