Luciana no esperaba esa clase de pregunta. ¿Se preocupaba por ella ahora? Apenas podía contener una risa irónica. ¿Le habría llegado el remordimiento a Ricardo, como si fuera otra persona a punto de enfrentar su destino?
—Luciana, ¿te gusta Alejandro, sí o no? —insistió él, más angustiado. Clara iba a regresar pronto con los medicamentos y no les quedaba mucho tiempo a solas.
Ella respiró hondo, y luego negó con la cabeza, con lentitud y determinación:
—No. No lo amo.
Tal vez en el pasado sí, pero eso había quedado atrás y no pensaba decírselo a Ricardo.
—¿Puedo irme ahora? —preguntó, sacudiendo con firmeza el brazo que él sujetaba.
—Sí… —murmuró Ricardo, perdiendo las fuerzas en ese instante.
Sin mirar atrás, Luciana se dio la vuelta y se marchó de inmediato.
A poca distancia, Clara salía de la farmacia con un paquete de medicinas y se acercaba a ellos.
—Había mucha gente haciendo fila —comentó Clara, levantando el paquete con un ligero gesto. Luego ayudó a Ricardo a incorporarse—. Ya